miércoles, 21 de enero de 2015

TRANSFORMACIÓN DE UN BÚNKER NAZI EN GALERÍA DE ARTE Y VIVIENDA

TRANSFORMACIÓN DE UN BÚNKER NAZI EN GALERÍA DE ARTE Y VIVIENDA

En una capital cultural como Berlín, donde tiendas pop-up aparecen en almacenes abandonados y los club nocturnos lanzan fiestas en centrales eléctricas, resulta razonable que una galería de arte pueda encontrar su hogar en una mole de hormigón casi indestructible. Tal es el caso del 'Berlin Bunker' en el corazón de Mitte, el distrito de moda en la capital alemana.




Monolítico y simétrico, decorado sólo por franjas de ventanas verticales en sus cuatro fachadas idénticas, este ex refugio antiaéreo resiste como una reliquia del doloroso pasado de Alemania. Sin embargo, si nos acercamos, se revela algo inesperado: un lujoso ático rodeado de jardines exuberantes, un proyecto finalizado en 2007. Ésta es la casa de Christian Boros, el coleccionista de arte cuya colección privada está almacenada y exhibida en las profundidades del búnker.

Finalizado bajo el comando de Hitler en 1943, este búnker fue construido como un refugio antiaéreo para los pasajeros de la estación de trenes cercana. En caso de ataque, el búnker -con muros de 180 cm de grosor y una cubierta de tres metros de profundidad- podía albergar y proteger a 3.000 personas sentadas distribuidas en cinco pisos. El diseño de Karl Bonatz siguió estrictamente las instrucciones de Albert Speer, el arquitecto jefe del Tercer Reich y miembro del círculo cercano de Hitler. En los años siguientes a la caída del régimen nazi, el búnker adoptó diversos usos: desde un almacén de frutas tropicales (conocido como Banana Bunker) hasta recinto de fiestas tecno en los años noventa, hasta que fue cerrado por la policía en 1995.










En 2003, Christian Boros -coleccionista de arte y propietario de una exitosa agencia publicitaria- decidió comprar el búnker y convertirlo en su propio hogar y galería de arte. La remodelación comenzó en 2004 de mano de la firma berlinesa Realarchitektur, la cual fue escogida para diseñar tanto la exhibición como la vivienda. Usando un método de sustracción de la forma original, más de 750 metros cúbicos fueron extraídos cuidadosamente a mano. Las adiciones que se habían hecho en los últimos años fueron removidas y las fachadas se limpiaron, pero los muros interiores de hormigón expuesto se mantuvieron tal cual, con los rastros de sangre, sudor y tinta de neón dejados por los diversos usos del inmueble a lo largo de las últimas décadas.





Los 3.000m² destinados a la galería de arte contienen 80 habitaciones de diversos tamaños y espacios. Mientras algunas piezas mantienen la altura original de 2,3 metros -íntimos, pero asfixiantes- otros alcanzan el doble o incluso el triple de alto.

La circulación entre los cinco pisos de la galería es central, permitiendo una inmediata orientación de los visitantes dentro de la compleja estructura espacial. Los trabajos de artistas contemporáneos, tales como Ai Wei Wei, Oulafour Eliason, y Wolfgang Tillmans, se exponen en los desnudos muros, junto a retratos, instalaciones sonoras, esculturas y fotografías que completan la evolución programática del exbúnker.








¿Qué se siente vivir dentro (o sobre la cubierta de) un búnker de la Segunda Guerra Mundial? "Todavía no me mudo completamente, dice Christian Boros en una entrevista realizada en 2013, una década después de su compra. "Contemplo este edificio y todavía no puedo creer que vivo acá. La estructura es tan maciza, que no es fácil de digerir", señala. Mientras su esposa, Karen Boros, añade: "es imposible olvidar el pasado cuando uno vive en una construcción tan monstruosa que respira su inevitable severidad".



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